Cape Epic

El mayor espectáculo del mundo

Aunque ha pasado ya casi un mes desde el final de la Cape Epic , los recuerdos de ella siguen aún frescos en la memoria.

Pese a que la etapa Prólogo fue el primer día de competición, no fue ni mucho menos la primera prueba que afrontamos: la Cape Epic comienza muchos meses antes con una planificación y unos preparativos que se convierten en una largo y complejo desafío logístico. Sin embargo, una vez que los corredores comienzan a rodar por la rampa de salida en la Universidad de Ciudad del cabo el 18 de marzo, todos el esfuerzo realizado cobra sentido.

Al recoger a los corredores tras su buen arranque y emprender el rumbo hacia Robertson para las etapas 1 a 3, tuvimos inmediatamente una cierta sensación de familiaridad con la rutina de la Cape Epic: madrugones a las 05.00 h de la mañana, horarios de comida aleatorios, reuniones, tareas de lavandería, cocina y transporte, y mucha carretera. A sumergirse en la burbuja de la Cape Epic, uno va distanciándose tanto de la realidad que llega al punto de no saber en qué hora o incluso en qué día de la semana vive. Una nueva normalidad se apoderó de nosotros y, rápidamente, todos comenzamos a bailar al compás de la Epic.

Comenzamos con un pinchazo importante de Raph en el flanco cuando apenas habían transcurrido 5 minutos de la Etapa 1, pero por suerte pronto alcanzamos un excelente nivel competitivo que nos situó muy arriba en la clasificación en la Etapa 2. De hecho, antes del final de la Etapa 3, los chicos ya estaban decimoterceros en la general. Mariske y Annie también mantuvieron el suspense con dos brillantes terceros puestos y, posteriormente, con un día de sufrimiento intenso. Ya con varios buenos resultados en la mochila, pasamos de Robertson a Worcester para una sola noche. Antes de las 06.30 h de la mañana teníamos los motorhomes cerrados y cargados para salir pitando y llegar rápidamente a la tercera sede: Wellington. Poco después, llegaron los corredores.

Como cualquier otro día, el aire acondicionado estaba ya funcionando en el interior para recibirlos, el campamento montado, y la comida y el agua listas para reponer fuerzas. Cuando a los corredores se van a descansar, al personal le toca apretar lavando kits y bidones, limpiando y comprobando las bicis de cabo a rabo, sacando fotografías y escribiendo informes de carrera. Aunque a primera hora de la tarde la carga de trabajo es grande, el ruido es siempre bajo, así que los corredores pueden dormir y recuperar.

De Worcester nos fuimos directos a Wellington. Fue precisamente allí donde el virus del estómago que estaba asolando el poblado de la Cape Epic alcanzó al equipo OMX. Pudimos con los problemas mecánicos, soportamos la fatiga y mantuvimos la moral, pero pese a los esfuerzos que todos hicimos por mantenernos a salvo de la enfermedad no pudimos escapar de ella. A Martin le afectó tanto que tuvo que retirarse de la carrera; fue un durísimo golpe para el equipo y una gigantesca decepción para él, que había estado corriendo a un nivel realmente excepcional. Un día después Mariske comenzó a tener también dolor de estómago y diarrea, pero contra todo pronóstico consiguió seguir compitiendo.

Pese al cambio en nuestra dinámica de carrera tras estos contratiempos, todos conseguimos reunir la energía y positividad necesarias para llegar hasta las últimas jornadas. Después de todo, ocho días de competición repartidos por cinco sedes, 658 km acumulados, cuatro podios y un tercer puesto en la general pueden considerarse, independientemente de las circunstancias, un resultado bastante positivo. Puede que la quinta Cape Epic del equipo sea ya un recuerdo, pero la sexta no es aún siquiera un nuevo reto a la vista. Pero dadnos solo un poco de tiempo y estoy segura de que pronto estaremos listos para volver a competir una vez más en la más grande de las carreras de MTB del mundo.