Stelvio

Mágico "Inferno"

El Stelvio es historia viva del Giro. Una oda al ciclismo. El favorito para miles de aficionados al ciclismo de todo el mundo. Sus 48 tornantis en la subida desde Prato son magia numerada. Y para todo aquel que “conquista” su cima, la Cima Coppi, hay un antes y un después.

No en vano, se trata de un puerto lleno de historia. En 1953 fue incluido por primera vez en el trazado del Giro. Quienes lo padecieron, lo definen como “una autentica salvajada”. ¡Y por aquel entonces no existían los desarrollos actuales! En aquella Bolzano-Bormio, un Fausto Coppi inmenso, remontó la ventaja en la general del suizo Hugo Coblet. Fue una de tantas de las hazañas de Il Campionissimo. Hoy, en homenaje a Fausto, el punto más alto de cada edición del Giro de Italia recibe el nombre de Cima Coppi. Pero el paso Stelvio es, con sus 2758m., la cumbre por excelencia.

El año 1975 también dejó una imagen para el recuerdo. En aquella ocasión el gran coloso era el punto final del Giro, última línea de meta. Paco Galdós arrancaba con 40” de desventaja con respecto a Fausto Bertoglio, la maglia rosa. El corredor vasco intentó por todos los modos posibles dejar atrás a su rival. No lo logró. La llegada en meta dejó una de las instantáneas más pintorescas del ciclismo: un Paco Galdós vencedor en la cima del Stelvio cruzando la meta cabizbajo y abatido. Y el segundo en meta, Bertoglio, alzando exultante sus brazos.

El origen del Passo Stelvio se remonta a principios del siglo XIX. El emperador Fernando I de Austria ansiaba unir Valvenosta con Milán (por aquel entonces pertenecía a Austria) a través del valle de Valtellina. Encargó la obra a Carlo Donegani, auténtico mago de la ingeniería de caminos de la época. Donegani tuvo que hacer frente a innumerables problemas debido a lo abrupto del terreno y a las condiciones extremas. El Emperador Fernando quedó maravillado. La obra fue completada en 3 años y se convirtió en el paso de montaña transitable más alto de Europa, hasta que llegó el Col de l´Iseran en 1937 (2.770 m).

Pero Stilfersjoch (Stelvio en austríaco) escondía más secretos: una serie de fuertes para no perder la hegemonía aquel punto tan estratégico: Gomagoi, Klein Boden y Weisser Knott, hoy en día en un estado ruinoso, nos recuerdan la razón de semejante locura. El Passo Stelvio, fue transitable todo el año hasta 1915, gracias al duro trabajo de escuadrillas “quita nieves” que lo mantenían abierto. Tras el armisticio del 4 de noviembre de 1918 en Villa Giusti, pasó a manos italianas. Perdió así su utilidad original y desde entonces se cierra en los meses invernales.

Durante la primera Guerra Mundial toda esta zona vivió intensas batallas. Hoy en día todavía se conservan ruinas de edificios y varios monumentos en homenaje a los caídos. En aquellos años, muchos prisioneros tuvieron que trabajar duro en su trazado para mantenerlo abierto y permitir que los carros de combate pudieran atravesarlo. La nieve y el frío hicieron estragos.

Hoy en día, el Passo Stelvio es un coloso que hace sufrir a aquel ciclista que osa retarle. Si se le cruza el cable “te sopla” una brisa en la cara que desespera al más experimentado escalador. Y cuando parece que todo ha acabado, la temperatura baja drásticamente, convirtiendo la bajada en una heladora penitencia. Es entonces cuando el caliente sufrimiento de la eterna subida hasta parece bueno.

Pero a pesar de todo merece la pena disfrutar cada una de sus 48 curvas que hay que superar. Como si fueran las páginas de un libro. Las impares mirando al este, las pares al oeste. Algunas páginas son más cortas e intensas. Otras más largas y sosegadas. La vista puesta en aquella diminuta casa en la cima, que se va haciendo cada vez más grande como si fuera un globo que hay que hinchar con nuestro aliento. El nuestro y el de militares, campesinos, comerciantes que en su día le dieron sentido, y hoy los ciclistas, esquiadores, motoristas, turistas, montañeros, lo hemos convertido en un lugar de peregrinación, un sitio del que te vas con la sonrisa asegurada.